30 de agosto de 2023
Gabón se suma al castillo de naipes de golpes militares en África, pero este es diferente
Un puñado de militares derroca al presidente Ali Bongo, que llevaba 14 años en el poder y acababa de ganar unas elecciones presidenciales de dudosa transparencia
Y ahora Gabón es el sexto en África subsahariana en sufrir un golpe militar. Después de Mali, Burkina Faso, Chad, Sudan y Níger le ha tocado a Gabón padecer un golpe de Estado provocado por su Ejército. La toma del poder por los militares es achacable a razones específicas del país gobernado desde hace 55 años por la dinastía presidencial de los Bongo, pero también se enmarca en la cascada golpista que desde 2021 recorre sobre todo al África francófona.
Apenas se acababa de dar a conocer, la pasada madrugada, el resultado de unas elecciones presidenciales que había vuelto a ganar Ali Bongo, de 64 años, con el 64,27% de los sufragios, cuando los militares se hicieron con el poder. Un puñado de oficiales anunció desde Gabon 24, una televisión instalada en el mismo palacio presidencial, que las elecciones "truncadas" quedaban anuladas y todas las instituciones de la República disueltas. "Hemos decidido defender la paz poniendo fin al actual régimen", concluyeron. Este régimen empezó en diciembre de 1967 con la llegada a la jefatura del Estado de Omar Bongo, padre del presidente derrocado.
"El presidente Ali Bongo se encuentra en arresto domiciliario, rodeado de su familia y de sus médicos", según un comunicado leído poco después por los militares miembros del Comité para la Transición y la Restauración de las Instituciones (CTRI) que encabeza el general Brice Oligui Nguema, jefe de la Guardia Republicana, la elite del Ejército. Uno de sus hijos está detenido en dependencias militares. Como ya sucedió hace un mes en Níger, cientos de gaboneses se echaron a la calle en Libreville. Gritaron "¡Fuera Bongo!", o "¡Llegó la liberación!", según un periodista de la agencia AFP.
La gran diferencia entre el golpe del general nigerino Abdourahamane Tchiani y el del gabonés Oligui Nguema es que este, por ahora, no tiene un marcado carácter antifrancés. Sí lo tuvieron los perpetrados en años atrás en Malí y Burkina Faso, donde Francia ya ni cuenta con embajadores. Tampoco los gaboneses que se manifestaron expresaron su rechazo a la antigua potencia colonial tan denostada en la mayoría de los países del Sahel.
Aun así, el golpe palaciego es un revés más para Francia en un continente en el que fue durante décadas la potencia extranjera con más peso. "Es un nuevo paso atrás para Francia y su influencia en África", recalcó esta mañana, en la emisora France-Info, Seidik Abba, presidente del Centro Internacional de Reflexión sobre el Sahel, un pequeño 'think tank'. "El contagio es preocupante", prosiguió. "Es preocupante para la democracia", añadió, aunque Gabón, a diferencia de Níger, era más bien un régimen autoritario.
El derrocamiento de Ali Bongo es también un contratiempo para Marruecos, cuyo rey, Mohamed VI, mantenía una estrecha relación con el presidente gabonés. Este sufrió un accidente cardiovascular y optó por pasar en 2018 buena parte de su convalecencia en Rabat. "El rey es mi hermano, nuestro hermano porque se volcó conmigo", recordaba en abril Bongo. Él ha sido la única personalidad extranjera que se pudo reunir con el monarca alauí en los últimos 32 meses. El soberano posee además una residencia en Pointe-Denis, muy cerca de Libreville, donde suele pasar largos periodos de vacaciones. En Rabat se especula con que el expresidente se exilie en Marruecos.
El nuevo hombre fuerte de Gabón no parece, sin embargo, constituir una amenaza para las inversiones marroquíes en el país, estimadas en al menos unos 600 millones de euros, sobre todo en el sector de la banca, que pisan los talones a las de Francia (750 millones), centradas en el sector petrolero. El general Oligui Nguema estudió en la Real Academia Militar de Meknes y años más tarde regresó a Marruecos como agregado militar en la embajada de su país.
Aunque Oligui Nguema tampoco haya lanzado proclamas contra Francia, el golpe que encabeza sí ahondará la reflexión en París sobre los errores cometidos estos últimos años y como enderezar la situación. Este análisis abarcará a toda la Unión Europea, especialmente a sus miembros más meridionales, porque la inestabilidad en el Sahel, la persistencia del yihadismo y la creciente presencia de Rusia, hasta ahora a través de Wagner, constituyen una amenaza.
En su discurso del pasado lunes ante los embajadores de Francia reunidos en París, el presidente Emmanuel Macron dedicó buena parte a África. La política africana de Francia se lleva desde El Eliseo y no desde el Ministerio de Asuntos Exteriores. Formuló su deseo de desarrollar una relación “sin paternalismo ni debilidades”. Advirtió, no obstante, que la retahíla de golpes conllevaba "un riesgo de debilitamiento de Occidente y especialmente de nuestra Europa".
Si hay que poner fecha al origen del malestar africano con Francia, quizás sea en 2014 cuando lanzó la operación Barkhane para luchar contra el yihadismo en varios países de la región, empezando por Malí. Duró ocho años y aunque cosechó éxitos militares sobre el terreno, "desempeñó el papel de amplificador del descontento", según Thierry Vircoulon, investigador del Instituto Francés de Relaciones Internacionales.
"Más que cualquier otro país, Francia está expuesta en África a causa de su huella militar", señalaba en el semanario Le Point Frédéric Lejeal, autor del libro "El declive franco-africano" (Le déclin franco-africain). "Es la única antigua potencia colonial que vigila el territorio con un rosario de bases desde Senegal a Yibuti, pasando por Gabón, Costa de Marfil y Chad", añadió. En Gabón solo cuenta con 350 soldados de sus fuerzas especiales. "Desde la independencia llevó a cabo 70 operaciones o intervenciones militares en el continente", recordaba Lejeal. "Paga las consecuencias de 70 años de intervencionismo en África, de injerencias políticas, a veces para instalar o preservar regímenes autocráticos conformes a sus intereses (...)", concluía.
De ahí que, cuando en la región, irrumpen potencias como Rusia, sin pasado colonial, pero que se ofrecen a luchar contra el yihadismo, sean bienvenidas, aunque se financien adueñándose se parte de las riquezas naturales de los países del Sahel. Es lo que Macron describió como "la alianza barroca de los pseudopanafricanistas y los nuevos imperialistas".